viernes, 9 de mayo de 2008

LLORAR NO VIENE A SER UN DISCURSO



EL RECORRIDO DE UNA VIDA
Cerámicas de Luisa Fernanda García

Por James Delgado

Siquiera que he decidido y he encontrado el modo de ingresar más allá de donde me había acomodado presa de laureles peligrosos. Para la muestra este sitio donde la obra de Luisa me sitúa. De primera recibo el golpe de su expresión y quedo justo en el momento de la cachetada. No me molesta, por el contrario me sorprende y la ebriedad de la vida se me sube. Ya estoy aquí, divagando entre sombras humanas demasiado humanas, percibiendo el aroma de amantes al borde del dolor, parejas disparejas, organismos anómalos, púber decrepitud contemporánea de nuestra Manizales del alma.

Que nadie pregunte si fui o no fui, que solo se atengan a la clarividencia de lo dicho. Talvez sea una fiebre alta confundiéndome, pero ¿qué más da? Creo ver a la artista en el laberinto de su vida, falsificando como toda dama la carne que se le atora en el núcleo de su ser. De cualquier manera, los sentimientos desbordados que las cerámicas de Luisa nos transmiten, evitan el desperdicio de todo resultado negativo, es decir, el sufrimiento puede redimirse gracias a la realidad del espíritu humano. No importa que esto pueda sonar incomprensible puesto que llorar no viene a ser un discurso. Si uno es capaz de mantenerse dentro de lo sensible, entonces el alma se abre y la oscuridad logra ser amiga.

Hay un trayecto que atravesar: el de la desconfianza. El padecimiento femenino yace en el camino que nos lleva fuera de todo. Creo que el hombre tendrá que recorrerlo a pesar de que en el fondo jamás pueda llegar. Entre piel y piel se instala necesariamente la dolencia que nos seduce. Un beso es la muerte y el sexo es la vida para morir una y otra vez. Las palabras no se encuentran, ni los ojos, ni las angustias, sin embargo hay un lugar, como este que Luisa nos expone, para seguir padeciendo la delicia de la emoción. Trago fuerte de incomprensible sabor.

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