ANUDANDO LUZ
Cuadros texturados de Valentina Castro
Por James Delgado
La superficie del cuadro es el lugar donde Valentina se introduce para iniciar su viaje estético. El trayecto entre plano y materia depositada es el terreno en el cual suceden los giros que articulan el pensamiento plástico de Anudando Luz. Como diminutos seres debemos emplazarnos en la imaginación de la artista para poder seguir el camino que nos propone. Son pequeños, pequeñísimos parajes de creación. Hay que conjeturar igual a como lo hacíamos a las orillas del río infantil donde comíamos mango y nadábamos desnudos. Piedritas, arena, sueños desbordados, metáforas imparables, analogías juguetonas. Me niego a descripciones calcantes y opto por sensaciones instantáneas. Llevo tiempo suficiente en la vida como para saber que la brisa permanece aunque no siempre en el mismo lugar.
Subo y bajo por las piolas que Valentina usa para dibujar, ¿qué? No me detengo, sigo como se sigue el cause del riachuelo. Confío en los tiempos de nuestra independencia. No hay color, hay arena, tierra, lodo fresco. No es desierto, es un paraje al interior de la montaña donde el clima protege el clima. Un hallazgo natural.
Camino entre la espesura idealmente despejada. Los sonidos colman mi mente y habla a través mío el momento inolvidable. Te miro y veo el mapa. Es el intervalo anterior a la llegada, el silencio que habla antes de hablar. Sin embargo… espera, espera un minuto, creo que ya arribé, justo en este paraje estoy y sólo hay atmósfera y terreno. No quiero echar a perder el momento, esta vez resistiré, no avanzaré, me mantendré en la imagen, pasaré de largo por el recuerdo.
Tu tierra me tapa, me sepulta cariñosamente, me extermina, me olvida, me desmasculiniza. Dulce crimen femenino descubierto demasiado tarde, hermoso, tejido con tus manos en medio de la belleza ocultando la oscuridad y sin mí para contarlo. ¿Cómo darle armonía a tu obra sin desenterrarme? Quizás quieras quedarte sola en la superficie. En tu mundo yo soy el muerto, macabra interpretación. No obstante alguien tiene que estar abajo. ¿Qué sería de los vivos sin los cementerios, sin las voces absurdas dándonos calor? Alguien tiene que ser la enterradora. Se nos atravesó la truculencia, pero si puedo hablar te prometo que callaré.
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