ENCUENTROS URBANOS
Exposición de grado de Jhonny Alejandro Aguirre
En la oscuridad de la ciudad donde la luz pertenece a ella misma Jhonny Alejandro acecha. El crimen oculto del cuerpo devorado por la urbe resplandece bajo el trueno. Entre la metrópoli y la culpa descubro relaciones inhóspitas, razones que develan hilos finísimos del comportamiento. Casi he pasado a uno de tantos universos paralelos y aprovecho para conectar lo que parecía insalvable. La capital y la infracción lo permiten, he estado allí, he sido yo también e igualmente me he arrepentido. La dialéctica de toda villa es con el pecado. Esta obra me ha atrapado.
Pero ¿era esto lo que Jhonny buscaba? No sé y es interesante. La ciudad nos pertenece y nosotros le pertenecemos al error, en la primera nos encontramos y en el segundo nos encuentran, es todo. Lo siguiente sería penetrar en algún recoveco como periódico amarillista. Ahora que he salido prometo diferente aunque al pensar en ENCUENTROS URBANOS retorno a la sombra que nos persigue: una linda promesa desperdiciada.
Los espacios futuros necesariamente requieren superar el tema de la ciudad puesto que esta permanece inevitablemente atada al cuerpo, sin embargo su muerte significa nuestro propio deceso. La cirugía es delicada: flotar.
En el suburbio el choque es inevitable. Mientras tanto internet promete otra cosa. Y en el emporio estamos, nos hallamos, comemos la manzana, olvidamos, nos detenemos ante el día, suspiramos y nos curamos, parecemos desgarres, árbol muerto, sala, soledad, droga…
De pronto yo ya no soy yo, de pronto soy lo que acabo de comer o de meterme, no obstante el que fui reluce en el fondo del sarcófago acostado antes de tiempo. Este municipio me ha enterrado vivo y por eso las mujeres matan el viento… las imágenes acuden por montones como borrachos a la fiesta. ¿Qué es esto? ¿Por qué lo que fui permanece? ¿Por qué el rayo? Ciudad y cementerio se confunden.
El amor es una lucecita en photoshop, la urbe un cajón, y tú la muerte cuando sonríe. Quiero entrar y no volver, quiero dejarte a un lado para toparte, quiero convertirme… miles de retratos asisten chispos a nuestro matrimonio, la muerte y el amor en un número infinito, colapso, eeeehhhhhhhhh. El asesino que nunca asesinó somos, las víctimas del miedo, la confusión, pequeños, insignificantes, nadas, casi nadas, di nada, nada, nada, dame un beso. ¡Ya sé! Eras tú, eras tú, esa noche, en la penumbra, el cuerpo que sobrevive es el de la falta, será mejor tener un vestido para el cambio que tenga en el bolsillo un frasquito de perdón. Fuimos y eso es la inmortalidad. ¿Vienes? Aún tienes demasiados ojos. Me imagino que ya sabías que en el cielo nadie ve. No te imaginas cuantas cosas siguen sucediendo a pesar de todo y es tan bonito.
Pero ¿era esto lo que Jhonny buscaba? No sé y es interesante. La ciudad nos pertenece y nosotros le pertenecemos al error, en la primera nos encontramos y en el segundo nos encuentran, es todo. Lo siguiente sería penetrar en algún recoveco como periódico amarillista. Ahora que he salido prometo diferente aunque al pensar en ENCUENTROS URBANOS retorno a la sombra que nos persigue: una linda promesa desperdiciada.
Los espacios futuros necesariamente requieren superar el tema de la ciudad puesto que esta permanece inevitablemente atada al cuerpo, sin embargo su muerte significa nuestro propio deceso. La cirugía es delicada: flotar.
En el suburbio el choque es inevitable. Mientras tanto internet promete otra cosa. Y en el emporio estamos, nos hallamos, comemos la manzana, olvidamos, nos detenemos ante el día, suspiramos y nos curamos, parecemos desgarres, árbol muerto, sala, soledad, droga…
De pronto yo ya no soy yo, de pronto soy lo que acabo de comer o de meterme, no obstante el que fui reluce en el fondo del sarcófago acostado antes de tiempo. Este municipio me ha enterrado vivo y por eso las mujeres matan el viento… las imágenes acuden por montones como borrachos a la fiesta. ¿Qué es esto? ¿Por qué lo que fui permanece? ¿Por qué el rayo? Ciudad y cementerio se confunden.
El amor es una lucecita en photoshop, la urbe un cajón, y tú la muerte cuando sonríe. Quiero entrar y no volver, quiero dejarte a un lado para toparte, quiero convertirme… miles de retratos asisten chispos a nuestro matrimonio, la muerte y el amor en un número infinito, colapso, eeeehhhhhhhhh. El asesino que nunca asesinó somos, las víctimas del miedo, la confusión, pequeños, insignificantes, nadas, casi nadas, di nada, nada, nada, dame un beso. ¡Ya sé! Eras tú, eras tú, esa noche, en la penumbra, el cuerpo que sobrevive es el de la falta, será mejor tener un vestido para el cambio que tenga en el bolsillo un frasquito de perdón. Fuimos y eso es la inmortalidad. ¿Vienes? Aún tienes demasiados ojos. Me imagino que ya sabías que en el cielo nadie ve. No te imaginas cuantas cosas siguen sucediendo a pesar de todo y es tan bonito.
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