DIBUJOS TRANSCÉNTRICOS
Exposición de grado de James Delgado
La ventaja de este tipo de montajes es que golpean con el impacto de la brisa y de repente uno percibe la libertad que las colinas traen. Sumiso en el horizonte sueño mientras duermo acechado por la vigilia. La imagen es un cuadro antiguo que se dibuja en la memoria. Entre el perceptor y lo percibido se instala la mentira, pero no aquella que aborrecemos, sino la juguetona, la linda, la que todos queremos escuchar.
James Delgado (yo) se rebosa en el vacío y permite la ficción, un momento de olvido vacante, desprendido, desgarrado, difunto. Sollozamos porque se nos impone, antes y después, la arbitrariedad del salto al desocupe, entelequia del ensueño en un área irradiada. Ingreso y me descubro tornando a lo mismo, a lo de siempre, la alianza entre diáfanas ofuscaciones. La parte donde termino está repleta de brillos regresando al origen y saliendo del encierro a través de un límpido ardid. Es pura apariencia, hipnosis, letargo deleznable, calcomanía, tatuaje arrepentido.
Ausencia de inexistencia, carencia de falta, juego de palabas, espíritu, negación, golpe bajo, muerte, fantasma implacable, sombra, bruma, recuerdo, alucinación, contradicción imaginaria, enredo del pensamiento tratando de mostrar simultáneamente las dos caras de la moneda, juego tenso en que se promete al espectador lo imposible y para complacerlo se le engaña. Creemos por un tiempo indeterminado y luego regresamos por más.
Nadie entiende bien porqué revolvemos todo, quizás seamos comandados por una lógica digestiva: entra por la boca y desemboca. El alma no permanece quieta (o nosotros). Pobre pensamiento, debe pararse y bailar, intercambiar pies, mecerse. ¿Pero, por qué pobre?
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