Abajo hay otro artista pensando en asuntos menores sin embargo, contento por la confirmación que esos cuadros le proporcionan. ¿Infantiles? ¿Ingenuos? La escuela se refleja y personalmente me distancio. Recupero la estructura aunque luego percibo la transcripción: calles vacías. El texto me informa sobre el papel del color. Vuelvo y miro y estoy aún más perdido. Urbe de tonos arreglada en la interioridad del compromiso.
Estas pinturas no son sólo pinturas y por eso la sensación de permanecer ante algo más. La labor exterior es la de mínima importancia en este caso puesto que el interior ha tocado la superficie y no fue fácil. Alguien ha sido salvado hoy gracias a esto, un niño y su pasado. En el colegio le han de estar aguardando aún. En poco tiempo puede volver a lo que había dejado atrás: la vía que atraviesa el camino, el atajo.
Las palabras poseen matiz y me cuestiono. Corredera y pensamiento, niño afuera, hombre adentro. Ese algo más son ambos, padre e hijo. La nube se corre para dar cabida a la imagen. El pequeño de la mano del adulto. Quizás sea imposible pero el arte lo permite, paso imaginario.
Crío, adulto y atajo son los tres elementos que conforman mi viaje psíquico por la obra de Diego Noreña. Entre ellos veo la ayuda tendida, el amor parental, la corriente muerta y revivida.
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