miércoles, 9 de julio de 2008

EL ATAJO



EXPOSICIÓN DE GRADO DE DIEGO NOREÑA

Rayas arañando la materia me traen la imagen del soldador. Me he perdido, me he alejado, estoy en un sitio extraño pero evidentemente crucé el espejo. No veo la obra desde afuera. El taller de metales resuena, las pinturas de Diego Noreña me recuerdan texturas tímbricas del denso espacio forjado por el fuego. Detalles intentan puntear iniciando el vértigo, caemos, caemos, no paramos de precipitarnos, pesadilla.

Abajo hay otro artista pensando en asuntos menores sin embargo, contento por la confirmación que esos cuadros le proporcionan. ¿Infantiles? ¿Ingenuos? La escuela se refleja y personalmente me distancio. Recupero la estructura aunque luego percibo la transcripción: calles vacías. El texto me informa sobre el papel del color. Vuelvo y miro y estoy aún más perdido. Urbe de tonos arreglada en la interioridad del compromiso.

Estas pinturas no son sólo pinturas y por eso la sensación de permanecer ante algo más. La labor exterior es la de mínima importancia en este caso puesto que el interior ha tocado la superficie y no fue fácil. Alguien ha sido salvado hoy gracias a esto, un niño y su pasado. En el colegio le han de estar aguardando aún. En poco tiempo puede volver a lo que había dejado atrás: la vía que atraviesa el camino, el atajo.

Las palabras poseen matiz y me cuestiono. Corredera y pensamiento, niño afuera, hombre adentro. Ese algo más son ambos, padre e hijo. La nube se corre para dar cabida a la imagen. El pequeño de la mano del adulto. Quizás sea imposible pero el arte lo permite, paso imaginario.

Crío, adulto y atajo son los tres elementos que conforman mi viaje psíquico por la obra de Diego Noreña. Entre ellos veo la ayuda tendida, el amor parental, la corriente muerta y revivida.

No hay comentarios: