A PROPÓSITO DE LA INSTALACIÓN
«EN TIEMPO REAL: DON JOSÉ CELESTINO AVELLANEDA», DE GEORGINA MONTOYA VARGAS

Me llama la
atenci
ón de la obra de Georgina Montoya Vargas, “En tiempo real: Don José Celestino Avellaneda”, las líneas punteadas, la casualidad justa, el enredo, lo imposible, mi observación. Se trata de conectar la realidad con la fantasía a través del dibujo y entonces comienza el juego de relaciones. La dialéctica entre cuerpo y mente, la intención de unirlos, de atarlos, de crear caminos para recorrerlos. Se nota el miedo a la separación, la angustia del fragmento, de la mutilación, de lo inconexo, y simultáneamente, el absurdo de la esperanza, la dificultad lógica, la ausencia de argumentos convincentes, el abandono de la idea al organismo. Esa es Georgina. A mí personalmente me atrae más la artista, en ella veo todo lo que pretende expresar, y más acá, la oscuridad donde su luz se enciende por momentos. ¿Sufren las tinieblas por culpa de esa luz? Si tan solo su intermitencia no fuera tan espaciosa. Entre paso y paso yace la eternidad, y en consecuencia es mejor escapar de su red. ¿Quiénes caerán? ¿Quiénes han caído? ¿Dónde está la araña? Viuda negra. ¿Hay un fotógrafo? ¿Un naturalista? Es la distancia insalvable entre el espía y el espiado. En medio la puerta, la venta, la pared. ¿Hay alguien allí? Ya no importa.
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